Por Mónica
Monter
13 de
marzo de 2020, un viernes como cualquier otro, aparentemente. La noticia la dio
el Tecnológico de Monterrey el día anterior, y como si fuera el preludio de una
película de terror, “viernes 13”, la comunidad educativa poco a poco empezaba a
entrar en pánico. La incertidumbre comenzó a apoderarse de alumnos, padres y
maestros. Ya no regresaríamos a las aulas, se cierran las escuelas. Empujados
por una de las más importantes instituciones educativas de México, siguió la
escalada de cierres de diversas instituciones. Hasta que, por fin, Esteban
Moctezuma secretario de la SEP, comentó de manera oficial, que a partir del 20
de marzo las escuelas (su personal) de todos los niveles no regresarían.
La
solución inmediata, continuar con los diversos programas a través de clases en
línea. Y todo el sistema se puso de cabeza. Se enfrentó a una realidad que
estaba inerte, oculta en pleno boom del desarrollo tecnológico. Alumnos y
maestros consternados por la decisión ante el miedo del avance de la pandemia y
la ignorancia en relación con la tecnología, nos confrontó a algo más profundo,
lidiar con la inestabilidad emocional propia y de los estudiantes. Los docentes
no estábamos preparados para enfrentar dicha situación de semejante envergadura.
Las preguntas estaban en el aire ¿cómo daré mi catedra si nunca he hecho una
clase en línea?, ¿cómo enfrento mis temores ante estos hechos nunca vistos?, ¿cómo
ayudo a mis estudiantes a enfrentar sus miedos, su estrés?, hay escuelas que
tienen asistencia social y/o apoyo psicopedagógico, pero ¿se darán a vasto?
Como
se menciona en el libro Tacto Pedagógico (S.F.), la etimología de la palabra
pedagogía indica que el adulto es un guía hacia la vida adulta. Entonces, no
podemos eximirnos de la responsabilidad. Si bien el docente no les resolverá
situaciones propias de sus casas, sí debe propiciar un ambiente de confianza y
seguridad en la escuela. Por tal razón, las instituciones educativas deben
capacitar a sus maestros en enfrentar situaciones de estrés colectiva; la respuesta
sencilla la sabemos, canaliza al estudiante con el psicólogo de la escuela.
Pero estamos hablando de una colectividad, y nosotros, los maestros, somos los
que estamos directamente con los alumnos. “En el ámbito educativo, la
concepción negativa del conflicto afecta todos sus ambientes. Perturba el
proceso de enseñanza-aprendizaje, el desarrollo social y funcional de la escuela,
etc.” (Pérez y Gutiérrez, 2016, p. 164).
En una
sesión web con los directivos de una universidad de renombre en México,
mencionaron que el campus Querétaro es el que más llamadas habían recibido, en
menos de un mes, a su línea telefónica de ayuda psicológica a los estudiantes.
Se tomó como un llamado de atención a los docentes, ya que, se cuestionó lo
siguiente: ¿están dejando muchas actividades?, ¿cuánto tiempo están conectados
con su grupo? Se asumió que la carga de actividades estaba rebasando la capacidad
de respuesta del estudiantado. Pero ¿cómo saberlo?, al cabo todos fuimos
aprendiendo conforme la marcha; sin embargo, esto ocasionó descontento de
padres de familia y alumnos. Esto trajo como consecuencia la deserción, el
rechazo al sistema en línea, absentismo y el no regresar el siguiente ciclo
escolar a la misma institución.
Si
bien existen instituciones educativas que enseñan a docentes y personal
administrativo, a través de platicas y conferencias, a aprender a ser
emocionalmente inteligentes, considero que no es suficiente, ya que, en la
practica docente dista que esto sea una realidad. Puesto que, en México se ha encontrado casos
de maestros donde, “su trabajo no le permite desarrollar habilidades y
conocimientos nuevos. La información que reciben sobre la eficacia de su
desempeño no es clara y directa”. (Pando, Ocampo, Águila, Castañeda y Amezcua,
2008 en El-Sahili, 2010). Además, de “la petición de trabajos de alta
tecnología en donde no hay capacitación y la distorsión de la comunicación, sobre
todo en entrega de reportes, informes, etc.” (Meza, 2008 en El Sahili, 2010). Por
lo tanto, si no hay una capacitación genuina de la práctica docente, es poco
probable que se atienda lo socioemocional.
Referencias:
Diario de México. Conoce los
temas de la nueva asignatura de la SEP para el ciclo 2020-2021. [Digital].
Recuperado de: https://www.diariodemexico.com/conoce-los-temas-de-la-nueva-asignatura-de-la-sep-para-el-ciclo-2020-2021
Manen, M. (2010). El momento
pedagógico. El tacto en la enseñanza: el significado de la sensibilidad
pedagógica [PDF] (pp. 53-75). España: Paidós Educación.
Mariscal, N. (2011). La
filosofía de la ciencia en la práctica docente. [PDF]. México: Edudoc, ITESO.
Pérez-Archundia y
Gutiérrez-Méndez, (2016, enero-junio). El conflicto en las instituciones
escolares. Ra Ximhai. Volumen (12), p.
117.
Rojas, C. (2011). Ética profesional
docente: un compromiso pedagógico. Revista Humanidades. Volumen (1), p. 17.
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