Autor: Àngel Quintana
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1. El año cero
Al final del primer capítulo del imponente proyecto audiovisual indagado por Jean Luc Godard en sus Histoire(s) du cinéma, titulado Toutes les Histoire(s), el cineasta se sumerge en un momento clave en la historia del pensamiento del siglo XX, cuando todo bascula y el cine muestra su compromiso ético. Un rótulo nos indica: “Que cada ojo negocie por sí mismo”. Un fundido encadenado provoca que las imágenes del rótulo se fundan sobre los ojos de Giulietta Massina/Gelsomina en La Strada (1954) de Federico Fellini. Gelsomina, la protagonista del film de Fellini, se convierte en el símbolo de una eterna inocencia que intenta imponer su universo de ilusión en un mundo dominado por la crueldad y la barbarie. Los ojos de Gelsomina se funden con la imagen del gesto trágico que, en otra película, lleva a cabo Edmund, un niño de catorce años, que acerca su mano a sus ojos de adolescente, se los tapa y se lanza al vacío desde lo alto de un rascacielos en ruinas. La cruda imagen corresponde a la escena final de Germania Anno zero (Deutschland im Jahre Null, 1947) de Roberto Rossellini. A diferencia de Gelsomina, que pretende imponer la ilusión en un mundo sin sentido, el joven Edmund se ve incapacitado para encontrar una salida existencial en un mundo en el que las heridas han devenido tan profundas que ya no se vislumbra una posible salida. Edmund ha tenido que vivir en Berlín, en la inmediata postguerra, en compañía de su padre paralítico; su hermano, escondido en el hogar familiar por miedo a las represalias por su pasado nazi, y su hermana, dedicada a la prostitución. Edmund no puede librarse de su educación nazi y de las consignas de su maestro de escuela que le recuerda que “los fuertes tienen que eliminar a los débiles”. Al final de su recorrido, después de haber asesinado a su padre inválido, Edmund no puede hacer otra cosa que suicidarse porque ante sus ojos ni Berlín, ni Alemania, ni Europa tienen futuro. Rossellini rueda Germania Anna zero en Berlín, el año 1946, el año cero que marca un nuevo momento en la historia de la cultura y del pensamiento europeos. Godard recupera este gesto para cerrar su reflexión sobre la relación entre el cine y la historia. ¿Qué representa la muerte simbólica de Edmund para el cine y el pensamiento del siglo veinte? ¿Qué inaugura este gesto fundacional?
El filósofo Gilles Deleuze considera este momento como un instante absolutamente clave en el paso de lo que el llama la imagen movimiento a la imagen tiempo. La imagen movimiento es la imagen sujeta a la idea de acción en la que los héroes ven que algo les afecta y deciden actuar, utilizando como fuerza el impulso de la acción. La imagen movimiento es la imagen del cine clásico, en la que los conflictos se resuelven por la presencia de alguien que se propone liberar la situación del mal y actúa. En el caso de Edmund, en Germania Anno zero de Rossellini, se produce un hecho significativo ya que el protagonista observa una realidad que le afecta -Berlín en la inmediata posguerra- pero se siente impotente para poder actuar frente a una realidad que le supera. Para Deleuze, esta película, junto a la mayoría de obras clave del neorrealismo italiano, inaugura un cine de vidente, en el que la acción de ver se opone al modelo establecido por el cine de la acción. “Por más que el protagonista se mueva, corra y grite, la situación en la que se encuentra desborda por todas partes su capacidad motora, le hace ver y escuchar aquello que de derecho ya no se corresponde con una respuesta a una acción. Más que reaccionar, registra. Más que comprometerse a una acción, se abandona en una visión”. (1)
Esta presencia de un nuevo cine de sensaciones ópticas opuesto a la acción y abierto a la relación de extrañeza que se evidencia entre los individuos y las cosas, inaugura una actitud ética de compromiso del cine frente a la realidad histórica y explora un terreno insólito y nuevo en el contexto de la inmediata posguerra, definido por Serge Daney como el paisaje de la no-reconcilación política y estética. (2) Si en el terreno de la cultura resulta imposible, tal como sentenció Adorno, hacer poesía después de Auschwitz, en el cine tampoco se puede continuar mostrando la ilusión después de haber tomado conciencia de la barbarie.
De igual manera que en el pensamiento, resulta imposible en el terreno del cine establecer una reconciliación entre los cineastas -hijos de un tiempo de crisis- y lo visible. Después de la Segunda Guerra Mundial dejó de existir la posible armonía entre los seres y las cosas, entre los individuos y el mundo. El compromiso del cineasta frente a la no-reconcilación abrirá, a partir del neorrealismo, las puertas de una modernidad que se opone al clasicismo. Fabrice Revault Allones cree que, después del año cero anunciado por Rossellini, se abre en el cine una grieta fundamental ya que “los vínculos que unían al hombre con el mundo se rompen, ya no es posible encontrar ninguna evidencia. Es imposible capturar el mundo o dejarse capturar por él, ya que éste ha dejado de comunicar, ya no existe comunicación entre uno mismo y los otros, entre uno mismo y uno mismo”.(3) El término inevidencia, utilizado por Roland Barthes, caracteriza el nuevo paisaje abierto tras la posguerra y que se ha ido prolongando a lo largo de la historia hasta este final de siglo, en el que el cine ha empezado a hablar tímidamente de reconciliación, de otras formas de armonía y de una necesidad urgente de superación de los conflictos heredados de la experiencia de la alteridad. ¿Cuál es la actitud ética que han adoptado los cineastas frente a la inevidencia del siglo?
2. ¿Qué es un cineasta?
Para contestar con cierta comodidad todas estas cuestiones, podemos exigirnos un cierto rigor conceptual y comenzar nuestro recorrido definiendo qué es lo que entendemos por cineasta. La cuestión no ninguna obviedad ya que no podemos entender como cineasta únicamente a aquella persona que se dedica profesionalmente a hacer películas. Actualmente, tras la idea de hacer películas y la idea de profesional se esconden numerosas contradicciones. La primera contradicción puede ser de carácter terminológico y estar condicionada por la categoría artística que queramos otorgar al cine. Desde una cierta herencia romántica, certificada en los años sesenta por los cineastas de la Nouvelle Vague francesa y su política de autores, el cineasta como autor es aquel que domina el arte del cine e imprime su personalidad a los productos que elabora. La figura del autor, por tanto, adquiere una cierta transcendencia como figura pública capaz de realizar las grandes obras que formarán parte del canon cinematográfico.
Para fijar una definición práctica de lo que entendemos por cineasta y poder contemplar cuál es su postura ética, el paso fundamental que hay que llevar a cabo consiste en establecer un proceso de “desacralización” del cine. Hay que dejar de ver el cine únicamente como un arte y empezar a entender que el estatuto de “arte” no es imprescindible para que el cine pueda mantener una existencia saludable, sino todo lo contrario. El cine es, sobre todo, un medio de expresión con imágenes y el cineasta debe ser considerado un artesano de este medio de expresión. Que, de vez en cuando, este medio de expresión proporcione obras que puedan provocar un impacto estético, y que podemos llegar a calificar como arte, no nos ha de preocupar. El cine no ha de imponerse, como creen obsesivamente algunos críticos, la misión de crear periódicamente algunas obras maestras sin que antes hallamos reflexionado sobre qué quiere decir una obra maestra y cuáles son los atributos que deciden que una determinada obra artística puede ser considerada como obra maestra. La rendibilidad cultural del cine no ha de venir dada forzosamente, tal como se ha creído y se continua creyendo, por la asignación de un espacio privilegiado en el canon de las artes, ni debe estar determinada por su reconocimiento intelectual o académico. Su rendibilidad debe determinarse por la posición que el cine pueda llegar a ocupar respecto a la historia y por su capacidad para llegar a convertirse en un vehículo capaz de generar pensamiento.
Para articular mejor una posible definición de lo que podemos llegar a entender como cineasta, podemos tomar prestada la definición que establecía Jean Claude Biette en un sugerente artículo sobre el tema. Para el analista francés, un cineasta es “aquel que expresa un punto de vista sobre el mundo y sobre en el cine en el acto de hacer su film”. (4) La definición nos puede resultar útil ya que propone la posibilidad de un doble movimiento. Por un lado, el cineasta es quien vela para que podamos llegar a mantener una percepción particular de la realidad que esté absolutamente relacionada con su contemporaneidad y que exprese un claro compromiso con la lógica del tiempo. Sin embargo, ese cineasta no puede quedarse como un simple observador objetivo de la realidad o como un simple constructor de historias que, a través de un relato y de un trabajo de puesta en escena, afirmen sus preocupaciones personales en el marco de los problemas de su tiempo. El cineasta moderno debe tener un elevado grado de autoconciencia ante su propio mundo y no puede mantener una actitud inocente frente al propio medio de expresión. El cineasta se encuentra en la obligación de exponer cuál es su punto de vista sobre la práctica fílmica que lleva a cabo. Este proceso de autoconciencia sólo es posible mediante el conocimiento profundo del medio de expresión. Este conocimiento no puede pasar, tal como pretenden las escuelas de cine, por el dominio de la técnica sino por la conciencia histórica del camino que ha seguido el propio medio. El conocimiento del medio debe ir acompañado de una preocupación que permita comprender los cimientos teóricos de la cultura en la que se inscribe el acto creativo del cineasta. La actitud autorreflexiva debe hacerse evidente en las propias obras, las cuales no han de generar un proceso ilusionista que haga creer que el cine pone en escena el mundo de forma transparente, sino que han de poner en evidencia la reflexión como cosa inherente al acto de filmación.
Tomando como base la definición de Jean Claude Biette, podemos concluir que la verdadera actitud ética del cineasta sólo puede llegar a surgir partiendo de dos premisas básicas: la implicación con la realidad y la reflexión sobre los límites formales del propio medio de expresión.
3. Mostrar el horror
Theodor Adorno y Max Horkheimer publicaron en los Estados Unidos, donde se encontraban exiliados en 1944, con el título de Fragmentos filosóficos, una obra que daría paso, tres años después, a Dialéctica del iluminismo, un libro que no conseguiría ocupar espacio en el debate filosófico hasta los años sesenta, cuando empezó a ser considerado como una lúcida reflexión sobre los excesos del proyecto ilustrado y sobre la forma en que la idea de modernidad, que surge de la ilustración, entra en crisis desde el momento en que entra en contacto con los elementos de la barbarie que han anunciado los límites del concepto de progreso. En la parte final de Dialéctica del iluminismo, en un capítulo titulado “Apuntes y esbozos”, se pueden leer algunas lúcidas reflexiones escritas en 1944, antes del final de la guerra, sobre el nazismo y la toma de conciencia frente a la barbarie: “En Alemania el fascismo ha vencido con una ideología groseramente xenófoba, anticultural y colectivista. Ahora que devasta la tierra los pueblos deben combatirlo; no hay otro remedio. Pero no está dicho que cuando todo termine deba difundirse por Europa un aire de libertad, no está dicho que sus naciones puedan convertirse en menos xenófobas, anticulturales y pseudocolectivistas que el fascismo del que han debido defenderse. La derrota no interrumpe necesariamente el movimiento del alud” (5) ¿Cómo pudo combatir el cine de la inmediata posguerra el alud de barbarie que había inundado Europa? ¿De qué armas disponía?
Roma, città aperta de Roberto Rossellini fue concebida inicialmente con el título Storie di ieri -Historias del ayer- y debía rememorar una serie de hechos reales que tuvieron lugar en los años de la ocupación, que asumían la función de convertirse en verdaderos símbolos de hasta donde podía llegar la ignominia nazi. Roma, città aperta es, no obstante, una película que estremeció los límites que el cine se había marcado en el campo de la ética. Y ello porque su gran reto consistió en plantearse, sin ningún miedo, cómo mostrar el horror.
Uno de los momentos clave de Roma città aperta es una escena de tortura. Un oficial de la Gestapo somete a una serie de inhumanas humillaciones a un miembro de la resistencia comunista y hace escuchar sus gritos a un cura prisionero, convertido en símbolo de una cierta lucha cristiana que apoyaba la causa de la resistencia. Rossellini muestra frontalmente el horror y nos enseña el rostro desfigurado del líder de la resistencia. El cineasta contempla el horror sin subrayar sus efectos, considerándolo como un hecho perfectamente delimitado a una realidad histórica. El gesto acaba implicando la pérdida de la inocencia del cine frente a la crueldad del mundo real. Rossellini no puede esconder la verdad y ha de desvelar el horror para combatir aquella historia oficial que se había dedicado a esconder la realidad. Atreverse a contemplar frontalmente el horror supuso uno de los grandes avances morales del cine italiano de la inmediata posguerra e inauguró una nueva forma política de entender el hecho cinematográfico.
El cineasta Víctor Erice, en una conferencia leída el año 1994 en Girona, en el marco del Centro Cultural de la Mercè, evocó la importancia fundamental de este momento: “La complicidad emocional, a flor de piel, que la película de Roberto Rossellini despertó entre la docena de privilegiados espectadores (sólo hemos de pensar en alguno de sus temas: la resistencia contra el fascismo, el compromiso entre católicos y comunistas, unidos en un frente común), nos impidió, quizás, percibir con claridad aquello que de verdad existía detrás de algunas -no todas- de sus imágenes más genuinas: la necesidad de mostrarlo todo, de no callar, que nos parecía unida a la noción de crueldad en la escena en la que el comunista Manfredi era torturado por un miembro de la Gestapo ante los ojos de un tercer personaje. Justamente allí donde un cineasta clásico hubiera utilizado, en el noventa por ciento de los casos, una elipsis, el director de Roma, città aperta no lo hacía. Rossellini no escondía a nuestra mirada el acto del horror; por eso, unos años después, se puede escribir que allí, en aquel preciso instante de Roma, città aperta, había nacido el cine moderno”.
¿Hasta dónde condujo en el cine aquella voluntad ética de mostrar el horror? En el año 1975, después de haber filmado los tres capítulos que integraban la trilogía de la vida, Pier Paolo Pasolini se propuso en Salò o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate de Sodoma, 1975) el reto de trasladar el universo del marqués de Sade a la República de Salò. El resultado fue una película extraña en la que Pasolini, el cineasta que creía que el cine no era más que la lengua escrita de la realidad, se proponía explorar los límites de la visibilidad fílmica. La película mostraba un grupo de nazis que se dedicaban, con exquisita complacencia, a contemplar el proceso de degradación al que eran sometidos una serie de jóvenes obligados a comportarse como esclavos con el objetivo de avivar el placer sadomasoquista, especialmente orientado hacia la dimensión más voyeurista, de sus patronos. Pasolini no sólo mostraba la tortura frontalmente sino que se atrevía a mostrar la humillación sexual, acompañada del proceso de destrucción del alguno de los valores éticos fundamentales del ser humano. Pasolini había llevado al cine a un callejón sin salida ya que después de la experiencia de Salò nunca más otro cineasta volvería a ir tan lejos.
Pocos días después del estreno de Salò, Pasolini fue entrevistado en la RAI por el periodista Furio Colombo. El título de la entrevista, sugerido por el propio Pasolini, era premonitorio: “Estamos todos en peligro”. Pasolini recordó que los individuos que realmente habían pasado a la historia eran aquellos que habían aprendido a decir no. Para Pasolini, la Italia de los años setenta, que había puesto en evidencia los primeros síntomas derivados de los excesos del milagro económico, había entrado en una profunda crisis. El drama del mundo se definía para el cineasta en los siguientes términos: “La tragedia es que ya no hay seres humanos, hay extrañas máquinas que chocan las unas con las otras. Y nosotros, los intelectuales, cogemos el horario de trenes del año pasado o de hace diez años, y después decimos: pero qué extraño; si estos dos trenes no pasan por allí”. (6) La entrevista fue el último acto público de Pasolini. A la mañana siguiente, 2 de Noviembre, su cuerpo desfigurado fue encontrado sin vida en la playa de Óstia. ¿Qué valor simbólico tuvo la muerte de Pasolini? ¿No era su cadáver el cadáver de una modernidad que se quería muerta y enterrada?
4. Mostrar la denegación
En Francia, Jean Renoir, que durante la época del Frente Popular se había convertido en uno de los cineastas más comprometidos con la situación política y que después del fracaso de la política de Leon Blum se sintió desconcertado y amargado por el destino que iban adquiriendo las diferentes ilusiones de cambio social, decidió rodar, en el año 1939, La regla del juego (La règle du jeu), una de las radiografías más incisivas que se han llevado a cabo sobre el estado de desconcierto moral que reinaba en la Europa de antes de la guerra. El objetivo de Renoir consistía en contemplar los juegos estériles de una clase social condenada a la autodestrucción.
Para Jean Renoir, la estrategia no consistía en mostrar los numerosos peligros que amenazaban la sociedad, encarando frontalmente la situación política de la época, sino reflexionar sobre una Europa a punto de caer en la barbarie mediante la observación de una serie de personajes que se entretenían bailando -como si nada pasara- cerca del cráter de un volcán que está a punto de entrar en erupción. La actitud de Renoir ante los hechos históricos no consistía en mostrar el compromiso, ni en describir el horror y sus efectos, sino en retratar la existencia de unos seres que niegan su presente, que se refugian en sus juegos estériles. En un estudio sobre La regla del juego, Francis Vanoye llama a esta actitud denegación: “Todos los personajes son seres estériles, sin futuro, condenados a una situación trágica, pero lo disimulan fingiendo que piensan en otras cosas: en la casera, en los autómatas y en el amor. Es lo que se llama denegación y que Renoir pone en evidencia mediante la coexistencia constante en el interior de su película de motivos de fiesta, placer y muerte”. (7) Mientras los autómatas que el Marqués de la Chesnaye ha coleccionado bailan al ritmo de un gran órgano, entre el público que asiste a la fiesta que ha organizado en su finca de La Colinière aparecen unos personajes disfrazados de esqueletos que también bailan, en medio de los aristócratas, pero bailan la danza de la muerte. La regla del juego acaba adquiriendo la forma de una “reflexión sobre la denegación como origen del mal. Renoir describe una sociedad que con sus juegos estériles cierra los ojos a los peligros del fascismo”. (8)
¿Cuál era la situación política que negaban los aristócratas de La regla del juego?Jean Renoir empezó la película el mes de Septiembre de 1938. En aquel momento Francia y Gran Bretaña acababan de firmar los llamados acuerdos de Munich con Italia y Alemania. Estos acuerdos permitían a Hitler tomar posesión de una serie de territorios checoslovacos situados en la frontera alemana, fomentando así la política de expansión del Tercer Reich. Cuando la película fue estrenada, en septiembre de 1939, se decretó la movilización general en Francia, ya que había empezado la invasión alemana. El gobierno alemán no tardó mucho en ocupar Francia y en provocar la firma de los acuerdos de Vichy que regulaban una determinada forma política de colaboración con el fascismo. La regla del juego se estrenó cuando en Europa acababa de estallar el polvorín de la guerra. La película fue un fracaso; nadie hizo caso de sus insinuaciones y su verdadera dimensión no fue reconocida hasta algunos años después de la guerra. Nadie creyó la ficción cinematográfica, nadie creyó que aquella aristocracia que bailaba la danza la muerte acabaría apoyando al gobierno de Vichy.
5. Mostrar la inevidencia
El 18 de agosto de 1950, Cesare Pavese escribió en su diario: “Cuanto más determinado y concreto es el dolor, más se debate el instinto de la vida y cae la idea de suicidio. Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo, lo han hecho mujercitas. Se necesita humildad, no orgullo. Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. (9) Con este texto, Pavese clausuró las notas dispersas que marcaban un itinerario autobiográfico que arrancaba un 6 de octubre de 1935 y acababa con la constatación de su propio suicidio.
La muerte de Cesare Pavese tuvo lugar en una Italia que había surgido de la oscuridad y del régimen de corrupción de la inmediata posguerra para empezar a forjar un camino hacia las promesas de la sociedad del bienestar. Pavese, sin embargo, no pudo superar la angustia interior. Las promesas de transformación económica que surgieron en su país no hicieron más que afianzar el sentimiento de vacío y la constatación de que se había abierto una vía que acabaría conduciendo de la miseria física -la pobreza de la posguerra- a la miseria moral -la alienación-. No deja de ser curioso que el suicidio tuviera fuerte presencia tanto en la literatura como en el cine italiano de los años cincuenta.
Aunque Michelangelo Antonioni sólo adaptó directamente el universo de Pavese en Le amiche (1955), podemos establecer un cierto paralelismo entre las dos poéticas. El cine de Antonioni parte de la constatación de que se ha producido una ruptura irreversible entre los seres y las cosas que impide toda posibilidad de armonía en el mundo contemporáneo. El cineasta debe mostrar esta inevidencia, reflejando la trayectoria de unos seres condenados a una errancia sin destino prefijado.
La mostración de la inevidencia como reflejo de la profunda crisis moral que se sufría en la Europa de la época aparece en Il Grido (1957) de Michelangelo Antonioni, el único film de la obra del cineasta que transcurre en un ambiente marcadamente proletario. Al principio de la película una ruptura amorosa obliga a Aldo, el protagonista, a llevar a cabo un viaje errante por diversos lugares del valle del Po. A primera vista, los elementos iconográficos que muestran el paseo de Aldo no parecen encontrarse demasiado lejos de los de Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948) de Vittorio De Sica. Aldo es un trabajador desclasado que deambula en busca de una incierta felicidad. Entre la sociología de la cotidianidad descrita por De Sica y el film de Antonioni existe, no obstante, una barrera difícil de superar ya que la crisis de Aldo no es una crisis social -como la del trabajador sin bicicleta- sino una crisis interior dado que es un obrero que no puede amar, que no puede comunicarse con el otro y que no encuentra ningún sentido a los elementos constitutivos de su entorno. A pesar de ser un obrero, Aldo ya no espera nada de ningún cambio social, lo único que cuenta son sus sentimientos individuales. Aldo ha perdido sus raíces porque el mundo ha perdido su evidencia. No existe adecuación posible entre aquello que existe, lo que Aldo es y lo que el mundo aparenta querer ser. Il Grido acaba con el suicidio de Aldo y con la constatación de que frente a la desesperación sólo queda la fuerza del grito.
Antonioni mostró cómo se opera una mutación importante dentro de una Europa que en los años cincuenta continuaba profundamente marcada por el peso de las principales ortodoxias. La mutación consistía en la forma en la que la crisis se había desplazado desde el exterior hacia el interior. El año 1955, el escritor Italo Calvino ya describió las características esenciales de esta mutación: “En esta nueva situación, la representación de las transformaciones del mundo exterior va perdiendo interés: es la interioridad la que domina el nuevo paisaje. El hombre de la segunda revolución industrial se dirige hacia la única parte no programada del universo: la interioridad, el self, la relación no mediatizada entre la totalidad y el yo”. (10) Si el horror había ido del exterior hacia el interior, la actitud ética del cineasta de los años cincuenta consistía en mostrar los efectos de esta crisis interior, la manera en que se hacía visible en el rostro y la conducta. No es ninguna casualidad que la pregunta clave que se planteó Antonioni en este período fuera: ¿Qué significa mirar cuando se han roto los lazos que nos unen con el mundo?
6. La ética reside en la forma
El mes de junio de 1961, en el número 120 de la revista Cahiers du Cinéma, Jacques Rivette publicaba, con el significativo título “De l’abjection”, una crítica de la película Kapo (1960) de Gillo Pontecorvo. La película se había planteado como una obra progresista, hecha desde unos postulados marcadamente de izquierdas, que incidía en el problema de los campos de concentración. Jacques Rivette denunció la película en los siguientes términos: “Mirad en Kapo, el plano en el que Emmanuelle Riva se suicida lanzándose sobre las alambradas electrificadas: el hombre que decide en estel momento hacer un travelling hacia adelante para reencuardar el cadáver en contrapicado, procurando inscribir exactamente la mano levantada de éste en un ángulo de su encuadre final, sólo tiene derecho al más profundo desprecio... Hay cosas que no pueden abordarse más que con temor y un sincero escalofrío; la muerte es una de ellas, sin duda. ¿Cómo no sentirse impostor en el momento de filmar algo tan misterioso? Más valdría en todo caso plantearse la cuestión e incluir de algun modo esta interrogación sobre la postura moral del realizador”. (11)
Jacques Rivette consideraba que un simple travelling hacia delante con la finalidad de resaltar el efecto dramático del acto de morir para buscar una determinada belleza estandarizada capaz de llegar a conmover al espectador no era más que un abuso de la forma que ponía en cuestión la moralidad del punto de vista del realizador. La abyección consistía en el subrayado, en no saber mantener la distancia, en forzar, utilizando los recursos más estrafalarios, la posición afectiva del espectador frente a una expresión en imágenes de la barbarie. Rivette acaba constatando que en el cine los temas nacen libres y que lo que realmente cuenta es el tono, el acento que quiere utilizar el autor frente al tema tratado. Este acento no sólo se evidencia en la construcción de guión sino básicamente en el proceso de puesta en escena. No basta con que Kapo sea una película de izquierdas con mensaje, es necesario que muestre una actitud justa frente al tema.
Un año después, José Luis Guarner se hizo eco de la polémica aparecida en Cahiers du Cinéma en un artículo titulado “Las gafas de Parménides”. Guarner se adhería a la reflexión y denunciaba: “Nada más fácil que desenmascarar a los cineastas insinceros, a quienes tras una apariencia brillante de profundidad sólo buscan deslumbrar o impresionar al espectador sin reparar en los medios. No basta mostrar una fila de hombres y mujeres desnudos haciendo cola ante la entrada de una cámara de gas para lograr una denuncia válida contra el nazismo, como han creído los autores de Kapo”. (12)
La reflexión puede resultar sorprendente después de que buena parte del cine actual se haya articulado a partir de la voluntad manifiesta de buscar formas expresivas de exaltación del famoso travelling de Kapo sin que en ningún momento exista un debate sobre la moralidad de la forma de las imágenes. Las filas de seres humanos desnudos dispuestos a entrar en las cámaras de gas se convirtieron en uno de los principales puntos de referencia iconográfica de una película oscarizada, La lista de Schlinder (The Shlinder’s list, 1994) de Steven Spielberg. En esta ocasión, el cineasta americano decidió no imponerse límites morales y reconstruyó la solución final, el momento en que las víctimas son gaseadas y exterminadas. Spielberg, sin embargo, se cubrió las espaldas y ofreció una imagen del holocausto en blanco y negro. Su decisión, no obstante, no estuvo condicionada por un simple efecto estético, sino por un deseo de llevar a cabo un acto de simulacro. El holocausto fue reconstruido como ficción, tomando como base la estética de las imágenes documentales. En este caso, como en buena parte de los productos de la posmodernidad, el problema no consistía en la propia retórica de las imágenes sino en la forma como los audiovisuales sustituyen y camuflan el mundo.
A partir de la escena de tortura de Roma, città aperta se perdió la conciencia de que el cine moderno era cruel y que el espectador debía aceptar esta crueldad mirando, si era necesario, de cara al horror. La cultura de la posmodernidad se ha caracterizado por el exceso; la observación del horror ha pasado a transformar la sangre en un grand guignol, el sufrimiento humano en simple parodia. Cerca de cincuenta años después de que Rossellini mostrara las torturas del nazismo, Quentin Tarantino abandonó su trabajo en un videoclub para debutar en la dirección cinematográfica con la puesta en escena de un acto de tortura. En Reservoir dogs (1992), un grupo de mafiosos tortura a un policía que han tomado como rehén en el curso de un atraco. La víctima está atada a una silla, la golpean, le cortan un trozo de oreja y rocían todo su cuerpo de gasolina. Tarantino muestra toda la escena de tortura pero, en este caso, el efecto que produce la mostración del horror es el de la diversión. La crueldad no tiene límites, el sufrimiento de las víctimas no cuenta, todo forma parte de un gran chiste visual que pretende reevaluar la importancia del entretenimiento. ¿Por qué en la cultura de la posmodernidad la mostración desemboca en el exceso? ¿No será que después de habernos acostumbrado a comer diariamente acompañados de imágenes de horror provenientes de una televisión hemos devenido insensibles al sufrimiento de los otros? La nueva ética del cine quizás ya no consiste en la mostración sino en la elipsis, en dejar de explicitar la barbarie...
Serge Daney decidió recuperar la polémica sobre el travelling de Kapo en los años ochenta y, a la manera de José Luis Guarner, realizar un ejercicio de revisión de la función de la crítica. Después de examinar cómo en el terreno audiovisual habíamos acabado sufriendo una mutación que nos había conducido desde el mundo -el cine- a la sociedad -la televisión- con el objetivo de examinar nuestros desperdicios, Daney acababa insistiendo en la importancia que para la crítica puede continuar teniendo la creencia firme en que la moralidad cinematográfica se pone siempre de manifiesto en el buen uso de la forma, de los recursos de puesta en escena. Daney reconocía que si algo había aprendido en el ejercicio de su oficio eso era la creencia de que se debe “tener en cuenta que la esfera de lo visible ha dejado de estar enteramente disponible, que hay ausencias y huecos, imágenes que faltarán siempre y miradas para siempre insuficientes”. (13) Quizás, la verdadera ética del cine consiste en el respeto hacia aquellas áreas de visibilidad que no están disponibles, en no querer verlo todo y no forzar la imagen de aquello que no quiere -o no necesita- dejarse ver.
Notas
(1) Deleuze, Gilles. La imagen tiempo. Estudios sobre cine 2. Barcelona: Paidós, 1987.
(2) Daney, Serge. La Rampe. París: Cahiers du cinéma/Gallimard, 1996. Pág.79.
(3) Revault d’Allones, Fabrice. Pour le cinéma moderne. Du lien de l’Art au Monde. Petit traité à l’usage de ceux qui ont perdu tout repère. Bruselas: Yellow Now, 1994.
4) Jean Claude Biette, “Qu’est-ce qu’un cinéaste?”. En: Traffic, 18. primavera 1996. Pág. 8.
5) Horkheimer, Max; Adorno, Theodor W. Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1987.
(6) Pasolini, Pier Paolo. “Estamos todos en peligro”. Texto reproducido en el libro: Naldini, Nico. Pier Paolo Pasolini. Barcelona: Circe, 1992. Pág.373.
7) Vanoye, Francis. La règle du jeu. París: Nathan, 1989. Pág. 64-65.
8) Quintana, Àngel. Jean Renoir. Madrid: Cátedra, 1998. Pág. 177.
(9) Pavese. Cesare. El oficio de vivir/El oficio de poeta. Barcelona: Bruguera/Alfaguara, 1979.
10) Calvino, Italo. “La sfida al laberinto”. En: Aristarco, Guido. Su Antonioni. Roma: La Zattera di Babele, 1988. Pág.155.
11) Rivette, Jacques. “De l’abjection”. Cahiers du cinéma, 126, diciembre de 1961, Pág.54-55.
(12) Guarner, José Luís. “Las gafas de Parménides. (Algunas reflexiones acerca de la crítica y su ejercicio)”. Film Ideal, 104, septiembre de 1962. El texto ha sido recuperado en el libro recopilatorio: Guarner, José Luís. Autoretrato del cronista. Barcelona: Anagrama, 1994. Pág: 67.
13) Daney, Serge. “Le travelling de Kapo”. Traffic, 4, otoño de 1992. Pág.11.
http://www.iua.upf.es/formats/menu_e.htm
1. El año cero
Al final del primer capítulo del imponente proyecto audiovisual indagado por Jean Luc Godard en sus Histoire(s) du cinéma, titulado Toutes les Histoire(s), el cineasta se sumerge en un momento clave en la historia del pensamiento del siglo XX, cuando todo bascula y el cine muestra su compromiso ético. Un rótulo nos indica: “Que cada ojo negocie por sí mismo”. Un fundido encadenado provoca que las imágenes del rótulo se fundan sobre los ojos de Giulietta Massina/Gelsomina en La Strada (1954) de Federico Fellini. Gelsomina, la protagonista del film de Fellini, se convierte en el símbolo de una eterna inocencia que intenta imponer su universo de ilusión en un mundo dominado por la crueldad y la barbarie. Los ojos de Gelsomina se funden con la imagen del gesto trágico que, en otra película, lleva a cabo Edmund, un niño de catorce años, que acerca su mano a sus ojos de adolescente, se los tapa y se lanza al vacío desde lo alto de un rascacielos en ruinas. La cruda imagen corresponde a la escena final de Germania Anno zero (Deutschland im Jahre Null, 1947) de Roberto Rossellini. A diferencia de Gelsomina, que pretende imponer la ilusión en un mundo sin sentido, el joven Edmund se ve incapacitado para encontrar una salida existencial en un mundo en el que las heridas han devenido tan profundas que ya no se vislumbra una posible salida. Edmund ha tenido que vivir en Berlín, en la inmediata postguerra, en compañía de su padre paralítico; su hermano, escondido en el hogar familiar por miedo a las represalias por su pasado nazi, y su hermana, dedicada a la prostitución. Edmund no puede librarse de su educación nazi y de las consignas de su maestro de escuela que le recuerda que “los fuertes tienen que eliminar a los débiles”. Al final de su recorrido, después de haber asesinado a su padre inválido, Edmund no puede hacer otra cosa que suicidarse porque ante sus ojos ni Berlín, ni Alemania, ni Europa tienen futuro. Rossellini rueda Germania Anna zero en Berlín, el año 1946, el año cero que marca un nuevo momento en la historia de la cultura y del pensamiento europeos. Godard recupera este gesto para cerrar su reflexión sobre la relación entre el cine y la historia. ¿Qué representa la muerte simbólica de Edmund para el cine y el pensamiento del siglo veinte? ¿Qué inaugura este gesto fundacional?
El filósofo Gilles Deleuze considera este momento como un instante absolutamente clave en el paso de lo que el llama la imagen movimiento a la imagen tiempo. La imagen movimiento es la imagen sujeta a la idea de acción en la que los héroes ven que algo les afecta y deciden actuar, utilizando como fuerza el impulso de la acción. La imagen movimiento es la imagen del cine clásico, en la que los conflictos se resuelven por la presencia de alguien que se propone liberar la situación del mal y actúa. En el caso de Edmund, en Germania Anno zero de Rossellini, se produce un hecho significativo ya que el protagonista observa una realidad que le afecta -Berlín en la inmediata posguerra- pero se siente impotente para poder actuar frente a una realidad que le supera. Para Deleuze, esta película, junto a la mayoría de obras clave del neorrealismo italiano, inaugura un cine de vidente, en el que la acción de ver se opone al modelo establecido por el cine de la acción. “Por más que el protagonista se mueva, corra y grite, la situación en la que se encuentra desborda por todas partes su capacidad motora, le hace ver y escuchar aquello que de derecho ya no se corresponde con una respuesta a una acción. Más que reaccionar, registra. Más que comprometerse a una acción, se abandona en una visión”. (1)
Esta presencia de un nuevo cine de sensaciones ópticas opuesto a la acción y abierto a la relación de extrañeza que se evidencia entre los individuos y las cosas, inaugura una actitud ética de compromiso del cine frente a la realidad histórica y explora un terreno insólito y nuevo en el contexto de la inmediata posguerra, definido por Serge Daney como el paisaje de la no-reconcilación política y estética. (2) Si en el terreno de la cultura resulta imposible, tal como sentenció Adorno, hacer poesía después de Auschwitz, en el cine tampoco se puede continuar mostrando la ilusión después de haber tomado conciencia de la barbarie.
De igual manera que en el pensamiento, resulta imposible en el terreno del cine establecer una reconciliación entre los cineastas -hijos de un tiempo de crisis- y lo visible. Después de la Segunda Guerra Mundial dejó de existir la posible armonía entre los seres y las cosas, entre los individuos y el mundo. El compromiso del cineasta frente a la no-reconcilación abrirá, a partir del neorrealismo, las puertas de una modernidad que se opone al clasicismo. Fabrice Revault Allones cree que, después del año cero anunciado por Rossellini, se abre en el cine una grieta fundamental ya que “los vínculos que unían al hombre con el mundo se rompen, ya no es posible encontrar ninguna evidencia. Es imposible capturar el mundo o dejarse capturar por él, ya que éste ha dejado de comunicar, ya no existe comunicación entre uno mismo y los otros, entre uno mismo y uno mismo”.(3) El término inevidencia, utilizado por Roland Barthes, caracteriza el nuevo paisaje abierto tras la posguerra y que se ha ido prolongando a lo largo de la historia hasta este final de siglo, en el que el cine ha empezado a hablar tímidamente de reconciliación, de otras formas de armonía y de una necesidad urgente de superación de los conflictos heredados de la experiencia de la alteridad. ¿Cuál es la actitud ética que han adoptado los cineastas frente a la inevidencia del siglo?
2. ¿Qué es un cineasta?
Para contestar con cierta comodidad todas estas cuestiones, podemos exigirnos un cierto rigor conceptual y comenzar nuestro recorrido definiendo qué es lo que entendemos por cineasta. La cuestión no ninguna obviedad ya que no podemos entender como cineasta únicamente a aquella persona que se dedica profesionalmente a hacer películas. Actualmente, tras la idea de hacer películas y la idea de profesional se esconden numerosas contradicciones. La primera contradicción puede ser de carácter terminológico y estar condicionada por la categoría artística que queramos otorgar al cine. Desde una cierta herencia romántica, certificada en los años sesenta por los cineastas de la Nouvelle Vague francesa y su política de autores, el cineasta como autor es aquel que domina el arte del cine e imprime su personalidad a los productos que elabora. La figura del autor, por tanto, adquiere una cierta transcendencia como figura pública capaz de realizar las grandes obras que formarán parte del canon cinematográfico.
Para fijar una definición práctica de lo que entendemos por cineasta y poder contemplar cuál es su postura ética, el paso fundamental que hay que llevar a cabo consiste en establecer un proceso de “desacralización” del cine. Hay que dejar de ver el cine únicamente como un arte y empezar a entender que el estatuto de “arte” no es imprescindible para que el cine pueda mantener una existencia saludable, sino todo lo contrario. El cine es, sobre todo, un medio de expresión con imágenes y el cineasta debe ser considerado un artesano de este medio de expresión. Que, de vez en cuando, este medio de expresión proporcione obras que puedan provocar un impacto estético, y que podemos llegar a calificar como arte, no nos ha de preocupar. El cine no ha de imponerse, como creen obsesivamente algunos críticos, la misión de crear periódicamente algunas obras maestras sin que antes hallamos reflexionado sobre qué quiere decir una obra maestra y cuáles son los atributos que deciden que una determinada obra artística puede ser considerada como obra maestra. La rendibilidad cultural del cine no ha de venir dada forzosamente, tal como se ha creído y se continua creyendo, por la asignación de un espacio privilegiado en el canon de las artes, ni debe estar determinada por su reconocimiento intelectual o académico. Su rendibilidad debe determinarse por la posición que el cine pueda llegar a ocupar respecto a la historia y por su capacidad para llegar a convertirse en un vehículo capaz de generar pensamiento.
Para articular mejor una posible definición de lo que podemos llegar a entender como cineasta, podemos tomar prestada la definición que establecía Jean Claude Biette en un sugerente artículo sobre el tema. Para el analista francés, un cineasta es “aquel que expresa un punto de vista sobre el mundo y sobre en el cine en el acto de hacer su film”. (4) La definición nos puede resultar útil ya que propone la posibilidad de un doble movimiento. Por un lado, el cineasta es quien vela para que podamos llegar a mantener una percepción particular de la realidad que esté absolutamente relacionada con su contemporaneidad y que exprese un claro compromiso con la lógica del tiempo. Sin embargo, ese cineasta no puede quedarse como un simple observador objetivo de la realidad o como un simple constructor de historias que, a través de un relato y de un trabajo de puesta en escena, afirmen sus preocupaciones personales en el marco de los problemas de su tiempo. El cineasta moderno debe tener un elevado grado de autoconciencia ante su propio mundo y no puede mantener una actitud inocente frente al propio medio de expresión. El cineasta se encuentra en la obligación de exponer cuál es su punto de vista sobre la práctica fílmica que lleva a cabo. Este proceso de autoconciencia sólo es posible mediante el conocimiento profundo del medio de expresión. Este conocimiento no puede pasar, tal como pretenden las escuelas de cine, por el dominio de la técnica sino por la conciencia histórica del camino que ha seguido el propio medio. El conocimiento del medio debe ir acompañado de una preocupación que permita comprender los cimientos teóricos de la cultura en la que se inscribe el acto creativo del cineasta. La actitud autorreflexiva debe hacerse evidente en las propias obras, las cuales no han de generar un proceso ilusionista que haga creer que el cine pone en escena el mundo de forma transparente, sino que han de poner en evidencia la reflexión como cosa inherente al acto de filmación.
Tomando como base la definición de Jean Claude Biette, podemos concluir que la verdadera actitud ética del cineasta sólo puede llegar a surgir partiendo de dos premisas básicas: la implicación con la realidad y la reflexión sobre los límites formales del propio medio de expresión.
3. Mostrar el horror
Theodor Adorno y Max Horkheimer publicaron en los Estados Unidos, donde se encontraban exiliados en 1944, con el título de Fragmentos filosóficos, una obra que daría paso, tres años después, a Dialéctica del iluminismo, un libro que no conseguiría ocupar espacio en el debate filosófico hasta los años sesenta, cuando empezó a ser considerado como una lúcida reflexión sobre los excesos del proyecto ilustrado y sobre la forma en que la idea de modernidad, que surge de la ilustración, entra en crisis desde el momento en que entra en contacto con los elementos de la barbarie que han anunciado los límites del concepto de progreso. En la parte final de Dialéctica del iluminismo, en un capítulo titulado “Apuntes y esbozos”, se pueden leer algunas lúcidas reflexiones escritas en 1944, antes del final de la guerra, sobre el nazismo y la toma de conciencia frente a la barbarie: “En Alemania el fascismo ha vencido con una ideología groseramente xenófoba, anticultural y colectivista. Ahora que devasta la tierra los pueblos deben combatirlo; no hay otro remedio. Pero no está dicho que cuando todo termine deba difundirse por Europa un aire de libertad, no está dicho que sus naciones puedan convertirse en menos xenófobas, anticulturales y pseudocolectivistas que el fascismo del que han debido defenderse. La derrota no interrumpe necesariamente el movimiento del alud” (5) ¿Cómo pudo combatir el cine de la inmediata posguerra el alud de barbarie que había inundado Europa? ¿De qué armas disponía?
Roma, città aperta de Roberto Rossellini fue concebida inicialmente con el título Storie di ieri -Historias del ayer- y debía rememorar una serie de hechos reales que tuvieron lugar en los años de la ocupación, que asumían la función de convertirse en verdaderos símbolos de hasta donde podía llegar la ignominia nazi. Roma, città aperta es, no obstante, una película que estremeció los límites que el cine se había marcado en el campo de la ética. Y ello porque su gran reto consistió en plantearse, sin ningún miedo, cómo mostrar el horror.
Uno de los momentos clave de Roma città aperta es una escena de tortura. Un oficial de la Gestapo somete a una serie de inhumanas humillaciones a un miembro de la resistencia comunista y hace escuchar sus gritos a un cura prisionero, convertido en símbolo de una cierta lucha cristiana que apoyaba la causa de la resistencia. Rossellini muestra frontalmente el horror y nos enseña el rostro desfigurado del líder de la resistencia. El cineasta contempla el horror sin subrayar sus efectos, considerándolo como un hecho perfectamente delimitado a una realidad histórica. El gesto acaba implicando la pérdida de la inocencia del cine frente a la crueldad del mundo real. Rossellini no puede esconder la verdad y ha de desvelar el horror para combatir aquella historia oficial que se había dedicado a esconder la realidad. Atreverse a contemplar frontalmente el horror supuso uno de los grandes avances morales del cine italiano de la inmediata posguerra e inauguró una nueva forma política de entender el hecho cinematográfico.
El cineasta Víctor Erice, en una conferencia leída el año 1994 en Girona, en el marco del Centro Cultural de la Mercè, evocó la importancia fundamental de este momento: “La complicidad emocional, a flor de piel, que la película de Roberto Rossellini despertó entre la docena de privilegiados espectadores (sólo hemos de pensar en alguno de sus temas: la resistencia contra el fascismo, el compromiso entre católicos y comunistas, unidos en un frente común), nos impidió, quizás, percibir con claridad aquello que de verdad existía detrás de algunas -no todas- de sus imágenes más genuinas: la necesidad de mostrarlo todo, de no callar, que nos parecía unida a la noción de crueldad en la escena en la que el comunista Manfredi era torturado por un miembro de la Gestapo ante los ojos de un tercer personaje. Justamente allí donde un cineasta clásico hubiera utilizado, en el noventa por ciento de los casos, una elipsis, el director de Roma, città aperta no lo hacía. Rossellini no escondía a nuestra mirada el acto del horror; por eso, unos años después, se puede escribir que allí, en aquel preciso instante de Roma, città aperta, había nacido el cine moderno”.
¿Hasta dónde condujo en el cine aquella voluntad ética de mostrar el horror? En el año 1975, después de haber filmado los tres capítulos que integraban la trilogía de la vida, Pier Paolo Pasolini se propuso en Salò o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate de Sodoma, 1975) el reto de trasladar el universo del marqués de Sade a la República de Salò. El resultado fue una película extraña en la que Pasolini, el cineasta que creía que el cine no era más que la lengua escrita de la realidad, se proponía explorar los límites de la visibilidad fílmica. La película mostraba un grupo de nazis que se dedicaban, con exquisita complacencia, a contemplar el proceso de degradación al que eran sometidos una serie de jóvenes obligados a comportarse como esclavos con el objetivo de avivar el placer sadomasoquista, especialmente orientado hacia la dimensión más voyeurista, de sus patronos. Pasolini no sólo mostraba la tortura frontalmente sino que se atrevía a mostrar la humillación sexual, acompañada del proceso de destrucción del alguno de los valores éticos fundamentales del ser humano. Pasolini había llevado al cine a un callejón sin salida ya que después de la experiencia de Salò nunca más otro cineasta volvería a ir tan lejos.
Pocos días después del estreno de Salò, Pasolini fue entrevistado en la RAI por el periodista Furio Colombo. El título de la entrevista, sugerido por el propio Pasolini, era premonitorio: “Estamos todos en peligro”. Pasolini recordó que los individuos que realmente habían pasado a la historia eran aquellos que habían aprendido a decir no. Para Pasolini, la Italia de los años setenta, que había puesto en evidencia los primeros síntomas derivados de los excesos del milagro económico, había entrado en una profunda crisis. El drama del mundo se definía para el cineasta en los siguientes términos: “La tragedia es que ya no hay seres humanos, hay extrañas máquinas que chocan las unas con las otras. Y nosotros, los intelectuales, cogemos el horario de trenes del año pasado o de hace diez años, y después decimos: pero qué extraño; si estos dos trenes no pasan por allí”. (6) La entrevista fue el último acto público de Pasolini. A la mañana siguiente, 2 de Noviembre, su cuerpo desfigurado fue encontrado sin vida en la playa de Óstia. ¿Qué valor simbólico tuvo la muerte de Pasolini? ¿No era su cadáver el cadáver de una modernidad que se quería muerta y enterrada?
4. Mostrar la denegación
En Francia, Jean Renoir, que durante la época del Frente Popular se había convertido en uno de los cineastas más comprometidos con la situación política y que después del fracaso de la política de Leon Blum se sintió desconcertado y amargado por el destino que iban adquiriendo las diferentes ilusiones de cambio social, decidió rodar, en el año 1939, La regla del juego (La règle du jeu), una de las radiografías más incisivas que se han llevado a cabo sobre el estado de desconcierto moral que reinaba en la Europa de antes de la guerra. El objetivo de Renoir consistía en contemplar los juegos estériles de una clase social condenada a la autodestrucción.
Para Jean Renoir, la estrategia no consistía en mostrar los numerosos peligros que amenazaban la sociedad, encarando frontalmente la situación política de la época, sino reflexionar sobre una Europa a punto de caer en la barbarie mediante la observación de una serie de personajes que se entretenían bailando -como si nada pasara- cerca del cráter de un volcán que está a punto de entrar en erupción. La actitud de Renoir ante los hechos históricos no consistía en mostrar el compromiso, ni en describir el horror y sus efectos, sino en retratar la existencia de unos seres que niegan su presente, que se refugian en sus juegos estériles. En un estudio sobre La regla del juego, Francis Vanoye llama a esta actitud denegación: “Todos los personajes son seres estériles, sin futuro, condenados a una situación trágica, pero lo disimulan fingiendo que piensan en otras cosas: en la casera, en los autómatas y en el amor. Es lo que se llama denegación y que Renoir pone en evidencia mediante la coexistencia constante en el interior de su película de motivos de fiesta, placer y muerte”. (7) Mientras los autómatas que el Marqués de la Chesnaye ha coleccionado bailan al ritmo de un gran órgano, entre el público que asiste a la fiesta que ha organizado en su finca de La Colinière aparecen unos personajes disfrazados de esqueletos que también bailan, en medio de los aristócratas, pero bailan la danza de la muerte. La regla del juego acaba adquiriendo la forma de una “reflexión sobre la denegación como origen del mal. Renoir describe una sociedad que con sus juegos estériles cierra los ojos a los peligros del fascismo”. (8)
¿Cuál era la situación política que negaban los aristócratas de La regla del juego?Jean Renoir empezó la película el mes de Septiembre de 1938. En aquel momento Francia y Gran Bretaña acababan de firmar los llamados acuerdos de Munich con Italia y Alemania. Estos acuerdos permitían a Hitler tomar posesión de una serie de territorios checoslovacos situados en la frontera alemana, fomentando así la política de expansión del Tercer Reich. Cuando la película fue estrenada, en septiembre de 1939, se decretó la movilización general en Francia, ya que había empezado la invasión alemana. El gobierno alemán no tardó mucho en ocupar Francia y en provocar la firma de los acuerdos de Vichy que regulaban una determinada forma política de colaboración con el fascismo. La regla del juego se estrenó cuando en Europa acababa de estallar el polvorín de la guerra. La película fue un fracaso; nadie hizo caso de sus insinuaciones y su verdadera dimensión no fue reconocida hasta algunos años después de la guerra. Nadie creyó la ficción cinematográfica, nadie creyó que aquella aristocracia que bailaba la danza la muerte acabaría apoyando al gobierno de Vichy.
5. Mostrar la inevidencia
El 18 de agosto de 1950, Cesare Pavese escribió en su diario: “Cuanto más determinado y concreto es el dolor, más se debate el instinto de la vida y cae la idea de suicidio. Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo, lo han hecho mujercitas. Se necesita humildad, no orgullo. Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. (9) Con este texto, Pavese clausuró las notas dispersas que marcaban un itinerario autobiográfico que arrancaba un 6 de octubre de 1935 y acababa con la constatación de su propio suicidio.
La muerte de Cesare Pavese tuvo lugar en una Italia que había surgido de la oscuridad y del régimen de corrupción de la inmediata posguerra para empezar a forjar un camino hacia las promesas de la sociedad del bienestar. Pavese, sin embargo, no pudo superar la angustia interior. Las promesas de transformación económica que surgieron en su país no hicieron más que afianzar el sentimiento de vacío y la constatación de que se había abierto una vía que acabaría conduciendo de la miseria física -la pobreza de la posguerra- a la miseria moral -la alienación-. No deja de ser curioso que el suicidio tuviera fuerte presencia tanto en la literatura como en el cine italiano de los años cincuenta.
Aunque Michelangelo Antonioni sólo adaptó directamente el universo de Pavese en Le amiche (1955), podemos establecer un cierto paralelismo entre las dos poéticas. El cine de Antonioni parte de la constatación de que se ha producido una ruptura irreversible entre los seres y las cosas que impide toda posibilidad de armonía en el mundo contemporáneo. El cineasta debe mostrar esta inevidencia, reflejando la trayectoria de unos seres condenados a una errancia sin destino prefijado.
La mostración de la inevidencia como reflejo de la profunda crisis moral que se sufría en la Europa de la época aparece en Il Grido (1957) de Michelangelo Antonioni, el único film de la obra del cineasta que transcurre en un ambiente marcadamente proletario. Al principio de la película una ruptura amorosa obliga a Aldo, el protagonista, a llevar a cabo un viaje errante por diversos lugares del valle del Po. A primera vista, los elementos iconográficos que muestran el paseo de Aldo no parecen encontrarse demasiado lejos de los de Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948) de Vittorio De Sica. Aldo es un trabajador desclasado que deambula en busca de una incierta felicidad. Entre la sociología de la cotidianidad descrita por De Sica y el film de Antonioni existe, no obstante, una barrera difícil de superar ya que la crisis de Aldo no es una crisis social -como la del trabajador sin bicicleta- sino una crisis interior dado que es un obrero que no puede amar, que no puede comunicarse con el otro y que no encuentra ningún sentido a los elementos constitutivos de su entorno. A pesar de ser un obrero, Aldo ya no espera nada de ningún cambio social, lo único que cuenta son sus sentimientos individuales. Aldo ha perdido sus raíces porque el mundo ha perdido su evidencia. No existe adecuación posible entre aquello que existe, lo que Aldo es y lo que el mundo aparenta querer ser. Il Grido acaba con el suicidio de Aldo y con la constatación de que frente a la desesperación sólo queda la fuerza del grito.
Antonioni mostró cómo se opera una mutación importante dentro de una Europa que en los años cincuenta continuaba profundamente marcada por el peso de las principales ortodoxias. La mutación consistía en la forma en la que la crisis se había desplazado desde el exterior hacia el interior. El año 1955, el escritor Italo Calvino ya describió las características esenciales de esta mutación: “En esta nueva situación, la representación de las transformaciones del mundo exterior va perdiendo interés: es la interioridad la que domina el nuevo paisaje. El hombre de la segunda revolución industrial se dirige hacia la única parte no programada del universo: la interioridad, el self, la relación no mediatizada entre la totalidad y el yo”. (10) Si el horror había ido del exterior hacia el interior, la actitud ética del cineasta de los años cincuenta consistía en mostrar los efectos de esta crisis interior, la manera en que se hacía visible en el rostro y la conducta. No es ninguna casualidad que la pregunta clave que se planteó Antonioni en este período fuera: ¿Qué significa mirar cuando se han roto los lazos que nos unen con el mundo?
6. La ética reside en la forma
El mes de junio de 1961, en el número 120 de la revista Cahiers du Cinéma, Jacques Rivette publicaba, con el significativo título “De l’abjection”, una crítica de la película Kapo (1960) de Gillo Pontecorvo. La película se había planteado como una obra progresista, hecha desde unos postulados marcadamente de izquierdas, que incidía en el problema de los campos de concentración. Jacques Rivette denunció la película en los siguientes términos: “Mirad en Kapo, el plano en el que Emmanuelle Riva se suicida lanzándose sobre las alambradas electrificadas: el hombre que decide en estel momento hacer un travelling hacia adelante para reencuardar el cadáver en contrapicado, procurando inscribir exactamente la mano levantada de éste en un ángulo de su encuadre final, sólo tiene derecho al más profundo desprecio... Hay cosas que no pueden abordarse más que con temor y un sincero escalofrío; la muerte es una de ellas, sin duda. ¿Cómo no sentirse impostor en el momento de filmar algo tan misterioso? Más valdría en todo caso plantearse la cuestión e incluir de algun modo esta interrogación sobre la postura moral del realizador”. (11)
Jacques Rivette consideraba que un simple travelling hacia delante con la finalidad de resaltar el efecto dramático del acto de morir para buscar una determinada belleza estandarizada capaz de llegar a conmover al espectador no era más que un abuso de la forma que ponía en cuestión la moralidad del punto de vista del realizador. La abyección consistía en el subrayado, en no saber mantener la distancia, en forzar, utilizando los recursos más estrafalarios, la posición afectiva del espectador frente a una expresión en imágenes de la barbarie. Rivette acaba constatando que en el cine los temas nacen libres y que lo que realmente cuenta es el tono, el acento que quiere utilizar el autor frente al tema tratado. Este acento no sólo se evidencia en la construcción de guión sino básicamente en el proceso de puesta en escena. No basta con que Kapo sea una película de izquierdas con mensaje, es necesario que muestre una actitud justa frente al tema.
Un año después, José Luis Guarner se hizo eco de la polémica aparecida en Cahiers du Cinéma en un artículo titulado “Las gafas de Parménides”. Guarner se adhería a la reflexión y denunciaba: “Nada más fácil que desenmascarar a los cineastas insinceros, a quienes tras una apariencia brillante de profundidad sólo buscan deslumbrar o impresionar al espectador sin reparar en los medios. No basta mostrar una fila de hombres y mujeres desnudos haciendo cola ante la entrada de una cámara de gas para lograr una denuncia válida contra el nazismo, como han creído los autores de Kapo”. (12)
La reflexión puede resultar sorprendente después de que buena parte del cine actual se haya articulado a partir de la voluntad manifiesta de buscar formas expresivas de exaltación del famoso travelling de Kapo sin que en ningún momento exista un debate sobre la moralidad de la forma de las imágenes. Las filas de seres humanos desnudos dispuestos a entrar en las cámaras de gas se convirtieron en uno de los principales puntos de referencia iconográfica de una película oscarizada, La lista de Schlinder (The Shlinder’s list, 1994) de Steven Spielberg. En esta ocasión, el cineasta americano decidió no imponerse límites morales y reconstruyó la solución final, el momento en que las víctimas son gaseadas y exterminadas. Spielberg, sin embargo, se cubrió las espaldas y ofreció una imagen del holocausto en blanco y negro. Su decisión, no obstante, no estuvo condicionada por un simple efecto estético, sino por un deseo de llevar a cabo un acto de simulacro. El holocausto fue reconstruido como ficción, tomando como base la estética de las imágenes documentales. En este caso, como en buena parte de los productos de la posmodernidad, el problema no consistía en la propia retórica de las imágenes sino en la forma como los audiovisuales sustituyen y camuflan el mundo.
A partir de la escena de tortura de Roma, città aperta se perdió la conciencia de que el cine moderno era cruel y que el espectador debía aceptar esta crueldad mirando, si era necesario, de cara al horror. La cultura de la posmodernidad se ha caracterizado por el exceso; la observación del horror ha pasado a transformar la sangre en un grand guignol, el sufrimiento humano en simple parodia. Cerca de cincuenta años después de que Rossellini mostrara las torturas del nazismo, Quentin Tarantino abandonó su trabajo en un videoclub para debutar en la dirección cinematográfica con la puesta en escena de un acto de tortura. En Reservoir dogs (1992), un grupo de mafiosos tortura a un policía que han tomado como rehén en el curso de un atraco. La víctima está atada a una silla, la golpean, le cortan un trozo de oreja y rocían todo su cuerpo de gasolina. Tarantino muestra toda la escena de tortura pero, en este caso, el efecto que produce la mostración del horror es el de la diversión. La crueldad no tiene límites, el sufrimiento de las víctimas no cuenta, todo forma parte de un gran chiste visual que pretende reevaluar la importancia del entretenimiento. ¿Por qué en la cultura de la posmodernidad la mostración desemboca en el exceso? ¿No será que después de habernos acostumbrado a comer diariamente acompañados de imágenes de horror provenientes de una televisión hemos devenido insensibles al sufrimiento de los otros? La nueva ética del cine quizás ya no consiste en la mostración sino en la elipsis, en dejar de explicitar la barbarie...
Serge Daney decidió recuperar la polémica sobre el travelling de Kapo en los años ochenta y, a la manera de José Luis Guarner, realizar un ejercicio de revisión de la función de la crítica. Después de examinar cómo en el terreno audiovisual habíamos acabado sufriendo una mutación que nos había conducido desde el mundo -el cine- a la sociedad -la televisión- con el objetivo de examinar nuestros desperdicios, Daney acababa insistiendo en la importancia que para la crítica puede continuar teniendo la creencia firme en que la moralidad cinematográfica se pone siempre de manifiesto en el buen uso de la forma, de los recursos de puesta en escena. Daney reconocía que si algo había aprendido en el ejercicio de su oficio eso era la creencia de que se debe “tener en cuenta que la esfera de lo visible ha dejado de estar enteramente disponible, que hay ausencias y huecos, imágenes que faltarán siempre y miradas para siempre insuficientes”. (13) Quizás, la verdadera ética del cine consiste en el respeto hacia aquellas áreas de visibilidad que no están disponibles, en no querer verlo todo y no forzar la imagen de aquello que no quiere -o no necesita- dejarse ver.
Notas
(1) Deleuze, Gilles. La imagen tiempo. Estudios sobre cine 2. Barcelona: Paidós, 1987.
(2) Daney, Serge. La Rampe. París: Cahiers du cinéma/Gallimard, 1996. Pág.79.
(3) Revault d’Allones, Fabrice. Pour le cinéma moderne. Du lien de l’Art au Monde. Petit traité à l’usage de ceux qui ont perdu tout repère. Bruselas: Yellow Now, 1994.
4) Jean Claude Biette, “Qu’est-ce qu’un cinéaste?”. En: Traffic, 18. primavera 1996. Pág. 8.
5) Horkheimer, Max; Adorno, Theodor W. Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1987.
(6) Pasolini, Pier Paolo. “Estamos todos en peligro”. Texto reproducido en el libro: Naldini, Nico. Pier Paolo Pasolini. Barcelona: Circe, 1992. Pág.373.
7) Vanoye, Francis. La règle du jeu. París: Nathan, 1989. Pág. 64-65.
8) Quintana, Àngel. Jean Renoir. Madrid: Cátedra, 1998. Pág. 177.
(9) Pavese. Cesare. El oficio de vivir/El oficio de poeta. Barcelona: Bruguera/Alfaguara, 1979.
10) Calvino, Italo. “La sfida al laberinto”. En: Aristarco, Guido. Su Antonioni. Roma: La Zattera di Babele, 1988. Pág.155.
11) Rivette, Jacques. “De l’abjection”. Cahiers du cinéma, 126, diciembre de 1961, Pág.54-55.
(12) Guarner, José Luís. “Las gafas de Parménides. (Algunas reflexiones acerca de la crítica y su ejercicio)”. Film Ideal, 104, septiembre de 1962. El texto ha sido recuperado en el libro recopilatorio: Guarner, José Luís. Autoretrato del cronista. Barcelona: Anagrama, 1994. Pág: 67.
13) Daney, Serge. “Le travelling de Kapo”. Traffic, 4, otoño de 1992. Pág.11.
HOLA CHICOS DEL ICE......
ResponderEliminarCONTINUAMOS CON LA DISCUSIÓN SOBRE LA ÉTICA DEL CINEASTA, LAS PREGUNTAS SON LAS SIGUIENTES:
1. CON BASE EN LA LECTURA REDEFINE CINEASTA
2. ¿ES ÉTICO MOSTAR EN EL CINE LA REALIDAD DE MANERA EXPLÍCITA? ¿CUÁNDO ES CONVENIENTE O CUÁNDO NO?
3. DEFINE TU POSTURA CON RESPECTO A MOSTRAR EN EL CINE LA DENEGACIÓN, EL HORRO Y LA INEVIDENCIA.
RECUERDEN QUE ESTE ES UN FORO DE DISCUSIÓN, POR LO QUE DEBEN DEBATIR O APOYAR LOS COMENTARIOS DE SUS COMPAÑEROS.
SALUDOS...
Cesar:
ResponderEliminar1.-Para empezar la lectura no nos da en si lo que es un cineasta , nos da varias caracteristicas que componen un cineasta , pero en si no hay una definicion y pues yo puedo decir que un cineasta es considerado un artesano de este medio de expresion , un cineasta debe provocar atraccion en sus obras de cine ante un publico debe ser y tener un lenguaje e imagenes basadas en el arte de expresion , es un creador de un arte para el publico
Cesar Mariaca:
ResponderEliminar2.- En relacion a la segunda pregunta si y no es etico mostrar la realidad en el cine por las siguientes razones para no confundirnos primeramente dire las razones del por que si es etico.
Si es etico por que de cierta forma las personas ven la realidad de como esta compuesta la sociedad que es lo que esta pasando que en ocaciones los medios de informacion no lo muestran pero en realidad esta pasando o esta por pasar, o ya paso, y si es conveniente mostrar la realidad , por ejemplo la pelicula 2012 , y la pelicula de Rojo Amanecer y la de Canoa , nos da a conocer un poco de lo mucho que nosotros como sociedad tenemos que conocer son muchos los puentos que se pueden tratar como lo es el lenguaje las imagenes , y lo mas importante de como lo tomen las personas digamos que sean maduras al vedr una pelicula y cada quien hace sus criticas ante lo que se esta viendo pero , para finalizar yo si creo que se debe mostrar la realidad.
En relacion al por que no se puede mostrar: En ocaciones no se puede mostrar por respeto al publico que nos son lo suficientemente maduros para percibir imagenes o un lenguaje no apto para ellos , en ocaciones no es conveniete mostrar la verdad por decir que algunas personas tienen ideas diferentes y no aceptan la realidad o les es dificir creer lo que esta pasando como lo es la pelicula 2012 entre otras , yo creo que depende de como lo tomes con el grado de madures.
Yo estoy deacuerdo con lo que menciona César, que un cineasta es un artesano pero difiero un poco en el concepto de creador de arte para el público ya que la definición de arte es my diferente para cada persona, por lo cual yo diria que es un artesano que sabe diseñar cada parte de su propia concepción de arte.
ResponderEliminar2.- Considero que si es ético mostrar la realidad explicitamente de lo que rodea al cineasta, ya que finalmente como lo menciona César dependerá de la madurez de cada persona para poder ver o no la película, pero su compromiso como artesano, tendría que ser ser auténtico monstrando la realidad como és.
ResponderEliminar3.- Mi postura ante la denegación es que un cineasta no deberia incluirse dentro de esas personas,sin embargo hay cineastas que consideran que es mejor "maquillar" o utilisar la denegación para evitarse mayores problemas sin tomar en cuenta lo que su ética les indique.
ResponderEliminarAcerca del horror podría decir que es interesante poder observar los diferentes matices que un cineasta pueda darle al horror, expresarlo no es sinónimo de vivirlo,y cada persona lo vive y expresa de diferente manera; por lo que yo estoy deacuerdo en mostrar el horror en sus diferentes facetas.
En cuanto a la inevidencia creo que un cineasta nos la puede mostrar siempre y cuando podamos observarla como un conjunto de características que dan el toque personal de cada artesano, es decir como su distintivo.
2.-Estoy de acuerdo con los chicos!!!! pues dependerá mucho de la ética de cada cineasta para presentar la realidad como es.
ResponderEliminarPues existen varios factores como por ejemplo si el tiene familia pensará que es lo que quiere que vea su familia!!!
3.-Mi postura es estar de acuerdo en mostrar la verdad aunque sea cruda ya que muchas de las personas que ven cine se basan en esto para saber que es lo que esta pasado en el mundo y si se puede mostrar como es pues que mejor!!!
Y con mayor razon dependerá como dice César de la madurez de cada induviduo para ver o no la pelicula, y si esta invitación a ver el film es apoyada con una verdadera clasificación y una verdadera reseña para saber antes de que trata la pelicula el espectador realmente sabrá que es lo que verá en la pantalla.
¿Creen que estemos preparados como sociedad, para recibir y asimilar hechos reales y crudos? ¿El que se nos mostraran estos sucesos, nos sacarían del letargo que hemos demostrado los mexicanos, sobre acontecimientos relevantes como el alza a los impuestos, la violencia, la corrupción, etc.. de los cuales nadie dice y nadie hace nada?
ResponderEliminarYo considero que como sociedad (en general), si estamos preparados para recibir y asimilar hechos reales, sin embargo también incluimos en este tipo de situaciones el tipo de madurez de cada individuo; a mi parecer creo que todos sabemos los hechos reales que un cineasta nos puede dar a conocer, es simplemente que muchas veces nos cegamos ante lo que es evidente.
ResponderEliminarCreo que el letargo que presentamos la mayoría de los mexicanos, viene a consecuencia de lo mismo que mencionaba yo anteriormente, es únicamente cegarnos ante lo que es evidente; el hecho que un cineasta nos muestre casos de corrupción, de alza de impuestos no nos abrirá los ojos de algo que ya tenemos conocimiento, simplemente nos lo reafirmará, y si creo que saque a algunos de ese letargo pero no a todos lamentablemente, pues muchos contribuyen a continuar sumidos en ese tipo de situaciones sólo por comodidad.
1.-Bueno sobre el primer punto, creo que el cineasta independientemente de ser artista o creardor, es quien puede proyectar parte de su si mismo en una pantalla, y que encuanto logra que el publico se identifique con lo que el argumenta y expresa, entonces llegar a esa forma de arte.
ResponderEliminar2.- Encuanto al punto dos, pienso que es ético, ya que el cineasta presenta una realidad evidente, que lleva consigo su carga ética,la cuestión, creo yo, si nosotros como público tenemos esa capacidad de aceptación y de dar una respuesta a lo que observamos, si somos o no capaces de admitir lo que pasa en nuestro contexto y más aún como contribuimos o no al esta formación.
ResponderEliminar1.- Sobre definir Cineasta, como dicen no hay una definición como tal, asi que para mi un cineasta es aquella persona que crea arte y lo transporta a la pantalla grande. Es una forma de expresión para él y para quienes lo ven.
ResponderEliminar2.- Estoy de acuerdo con Lupita, y creo y pienso que si es ético porque lo transmite de una manera mas fiel y sin matizar lo que pasa en la realidad. Y si esto de alguna manera nos sacaria del letargo en el que se encuentra la sociedad en estos momentos y en tiempos anteriores, porque aunque se sabe lo que pasa el país no se actua. Y es conveniente siempre y cuando las peliculas vayan dirigidas a un publico especifico y que a partir de ello se tome conciencia.
3.- Estoy de acuerdo en mostrar la "Cruda Realidad" dentro del cine, aunque existan cosas que se den por hecho, (como la corrupción violencia en todos sentidos); pues esto tambien es una forma de denuncia y de mostrar la inevidencia de otras peliculas; el mostrar el horror y la denegación tambíén; y como dicen César y Marina depende de cada persona para crear su propia critica y de su madurez como espectador para ver la pelicula.
ResponderEliminarConsidero que si como sociedad si estamos preparados para cualquier cosa ya que , estamos en un tiempo en la que todo puede ser posible y nos vamos adaptando a los cambios que acontecen dia a dia pues , el cambio lo hacemos nosotros mismos, y es dificil cambiar un modelo de vida simplemente nos vamos adaptando a loscambios y lo tomamos como lo mas normal es asi como yo en lo personal lo tomo como parte de la vida que aprendes y te adaptas a una forma de vida.
ResponderEliminar1.- Bueno con base a la lectura CINEASTA es aquel que tiene que dar su punto de vista sobre el mundo, además debe velar para que podamos llegar a mantener una percepción particular de la realidad que esté absolutamente relacionada con su contemporaneidad y que exprese un claro compromiso con la lógica del tiempo.
ResponderEliminarY que este a su ves debe tener un alto grado de autoconciencia ante su propio mundo y no puede mantener una actitud inocente frente al propio medio de expresión.
2.-En base a lo ético considero que si se debe mostrar la realidad explicita en el cine, ya que como espectasdores debemos tener esa capacidad de aceptar las cosas como son, aunque en algunas ocasiones nosotros como sociedad nos negamos aceptar la cruda realidad en la que vivimos.
ResponderEliminarEstoy deacuerdo con mis compañeros en que se debe tomar conciencia de lo que estamos viviendo en la realidad.
Unque cabe mensionar que no estamos preparados para aimilar la crudfa realidad por la que estamos viviendo en la actualidad.
Muchas veces el gobierno, nos ah intimidado para no revelar distintos acontecimientos en los cuales nos vemos involucrados todos como sociedad. puede ser que por eso tal ves el Director de cine en ocasiones disfraza la realidad.
3.- Con respecto a si se debe mostrar en el cine la denegación, estoy de acuerdo, porque entiendo por denegación el mostrar lo que se ha prohibido (y si estoy mal,favor de corregirme)y creo que todo cineasta maquilla por asi decirlo las circunstancias que proyecta en sus filmes y que en cuanto al horror y la inevidencia, creo que la decisión como espectador de determinar el estar preparado para recibir su trabajo, es algo ya muy particular.
ResponderEliminary encuanto a que si estamos preparados, considero que n o porque, básicamente es una cuestión de protagonismo, y creo que para todos en alguna circunstancia hemos preferido optar por la comodidad que nos brinda el ser agentes pasivos pero eso si siempre dispuestos a lanzar una crítica, que no estamos dispuestos o preparados para afrontarla y sacarla adelante, dudo mucho que nuestra sociedad pueda salir de ese reposo mental, y si se llegara a dar esa revolución, creo que sus frutos serían lentamente maduros.
ResponderEliminarHOLA COMPAÑEROS!!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con la mayoría de ustedes de que sí se debe mostrar la realidad en los films, y de que depende de la madurez de cada persona. Pero creo que por eso existe la clasificación de las películas, y que nosotros como adultos nos podemos dar el "lujo" de escojer el film que querramos ver. Por ejemplo, a un niño no le vamos a poner a un niño una película en donde hay violencia, pues el impacto será otro.
También comparto mi idea con Diana y César principalmente, que no hay una definición exacta del "cineasta", sin embargo, es aquel que se dedica a hacer películas (a grandes rasgos), es importante mencionar que cada cineasta, proyecta algo de sí en sus films, su personalidad, su forma de pensar, su opinión sobre algúna problemática o tema y quiere compartirla con el público. Cada uno tiene su estilo propio de hacer cine
ResponderEliminarMi opinión en cuanto a que si estamos o no preparados como sociedad para recibir hechos crueles pero reales, yo creo q la mayoría de los mexicanos, al ver una película donde se muestra el mundo real (de violencia en general), se queda simplemente con lo superficial del film, es decir no toma consciencia de lo que está pasano, del peligro que corremos como sociedad, porque de algúna manera todos somos víctimas. Y algunos otros (muy pocos) se van más a fondo del film, la comparan con la actualidad, hacen consciencia, ponen de su parte para no caer en lo mismo, es decir, ven reflejada la actualidad en la película. Pero depende mucho del criterio de cada persona, por lo que no puedo decir que TODOS estamos o no preparados.
ResponderEliminarEn cuanto a si estamos preparados o no como sociedad? creo que si lo estamos hemos visto tantas cosas que suceden en nuestro país, la pregunta mas bien es ¿Creen que si un cineasta muestra la verdad como es la sociedad irá a ver la película ? ¿O creen que nuestro gobierno no las betaría? el estar o no preparados también implica, que la sociedad la quiera ver pues nos gusta vivir en la comodidad de él no pasa nada,y además que el gobierno no la quite de las salas!!!! pues no le gustaría que un día México conosca la verdad y reaccione.
ResponderEliminarESTOY DE ACUERDO CON GRISELDA?? Y CON GUADALUPE QUE COMO SOCIEDAD NO ESTAMOS PREPARADOS PARA VER LA CRUEL REALIDAD EN LAS PELÍCULAS
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ResponderEliminarCineasta:yo considero que es una persona
ResponderEliminarque se dedica a hacer pelìculas en las cuales expresa su punto de vista con elevada autoconciencia sobre el mundo mediante el conocimiento profundo con una conciencia històrica del camino que a seguido este medio generando a la vez pensamiento y reflecciòn. Y que algunas veces pudieran calìficarse como obras de arte.
2.-Yo estoy de acuerdo con los que opinan que si es ètico mostrar en el cine la realidad siempre y cuando se tome en cuenta para que pùblico va dirigido pues existe la clasificaciòn de pelìculas y coincido con la compañera que opina que para los niños mostrar en las pelìculas la realidad que estamos viviendo con el horror crudo, sabemos que a los niños se les debe de proteger de todo lo que les pudiera hacer daño para lograr en ellos un desarrollo fìsico y mental sano y pues nuestros pequeños son muy vulnerables.
ResponderEliminarTOTALMENTE DE ACUERDO CON MEINARDA!!!!!! AY Q CUIDAR QUE LAS PELICULAS QUE MUESTRAN LA CRUEL REALIDAD PARA QUE NO TENGAN UN IMPACTO NEGATIVO EN LOS NIÑOS.......
ResponderEliminarconsidero que la denegación si la utilice el cineasta pues depende de lo que quiera mostrar y de mostrar el horror coincido con los compañeros depende de la madurez y criterio de cada persona para seleccionar lo que quiere ver con respecto a la inevidencia tambien coincido se debe mostrar ya que con esta se da a entender lo que esta pasando en el film.
ResponderEliminarde que si estamos preparados como sociedad pararecibir y asimilar hechos reales y crudos claro que no estamos preparados la mayoria de la sociedad ya que lo que realmente pasa como el alza de precios hasta en los productos de primera necesidad,lo encarecido que esta los derivados del petroleo como la gasolina,gas,la falta de buen precio de las cosechas de los agricultores,el porque antes MÉxico hera exportador de azucar y ahora ya no es ni autosuficiente,el porque se importan productos de primera necesidad a buen precio pero de baja calidad y aqui en algunos lugares se tira leche, huevoyalgunos productos que siebra Del mexicano por no tener un precio que le haga obtener siquera lo que invirtio, por mencionar un poco pues todo esto lo manipulan los medis de COMUNICACIÓN y es así como nos mantienen desinformados e ignorantes y se cree en gran parte lo que ellos quieren que creamos y que no nos demos cuenta de quien tiene esa gran responsabilidad y lo dejamos diciendo ¨hay pa la proxima primeramente dios nos ira bien¨
ResponderEliminarY de que al ver los hechos reales si esto nos sacará del letargo en el que estamos NO CREO PUESTO QUE ESTAMOS NO VIENDO SINO VIVIENDO TODO ESTO QUE MENCIONAMOS ANTES Y NI ASÍ YO CONSIDERO QUE COMO LO HEMOS LEIDO Y ANALIZADO EN LOS DOS GRANDES MOVIMIENTOS POR LA OBTENCIÓN DE GARANTIAS Y DERECHOS DE LOS TRABAJADORES O PUEBLO DE MÉXICO PARA TENER UNA CALIDAD DE VIDA MEJOR ES HASTA QUE EL PUEBLO NO TIENE NADA QUE COMER ES COMO SEP REACCIONAL PARA LUCHAR DE LA MANERA QUE SEA CONTRA QUIEN NOS ESTÁ CAUSANDO LA MISERIA EN NUESTRA EXISTENCIA.
Holaa!!!!
ResponderEliminar1. Con respecto a la primera pregunta yo coincido con mis companieros en que el cineasta en un artesano, ya que va creando diferentes formas de presentar historias, lo mas reales posible para impartar y provocar emociones en los espectadores, valiendose de todos los recursos que tiene a su alrededor.
2. Estoy de acuerdo con todos aquellos que dicen que el cineasta muestre la realidad tal cual es, porque pienso que asi, nos abrira los ojos frenta a todas las situaciones que se viven en el mundo que muchas veces no estamos ni enterados de lo que sucede y ya dependera de cada persona en aceptar verlo o no.
3.Yo creo que el cineasta define sus diferentes puntos a tratar en cada pelicula y sus diferentes formas para retratarlo o expresarlo mostrando el horror o la denegacion o la inevidencia para darle un cierto impacto a lo que vemos en pantalla, pienso que eso ya depende de cada cineasta.
1. para comenzar considero que como lo menciona Cesar el cineasta es un considerado como un artesano y atraves de su vision un ser capaz de transmitir a traves del cine generar conocimiento y pensamiento como lo menciona en cuanto a la historia.
ResponderEliminar2.- creo como mis compañeros que depende en gran medida de lo que quiera mostrar el cineasta si considero que es ético en el sentido de tener un compromiso con su sociedad, y mostrar la realidad tal cual de alguna manera esta dando a un púlico una vision diferente de lo que vive la sociedad y quiza con esta realidad creando una conciencia social. Pienso que no es ético cuando exede a la imagen en cuanto a la violencia si nos damos cueta hoy en dia a los niños les gusta más ver una pelicula que contenga escenas sangrientas, cuando nos las muestra ellos se muestran indiferentes o aburridos y es una realidad porque estan acostumbrado a ver este tipo de peliculas sin supervision u orientacion sobre estos contenidos.
3.- si se utiliza al film como un medio de enseñanza ya sea de indole sociologico, historico etc. creo que es bueno mostrar la denegacion y la inevidencia en una pelicula teniemdo en cuenta siempre una orientacion, sobre lo que se esta mostrando, para ampliar el panorama sobre lo que se percibe en el film y tenga un peso formativo en las persona que lo vean
Estamos preparados como sociedad para recibir y asimilar los hechos reales y crudos??? Creo que si lo estamos, vivimos en un pais, lleno de corrupcion, porque algunos tiene el pensamiento este del que no tranza no avanza y es sobre todo de los que tienen el poder, son esas personas de que entre mas tienen mas quieren y lo quieren solo para ellos y mientras lo tengan no les importara la miseria de los pobres, por otro lado tenemos la violencia que la vemos todos los dias, a todas horas ya no nos sorprende!!! vivimos en un pais que esta considerado entre los mas peligrosos del mundo es algo con lo que vivimos todos dias, y en lugar de disminuir toda esta situacion aumenta entre un gobernante y otro, pienso que hay que empezar por cambiar nuestra manera de pensar para poder hacer algo que cambie la situacion.
ResponderEliminarsaludos a todos creo soy el ultimo en participar.
ResponderEliminarsin embargo mis puntos de vista en algunas ocasiones coinciden con alguien más pero en lo personal y considero lo siguiente.
1 REDEFINE CINEASTA
efectivamente nunca se define como tal al cineasta pero se menciona como artesano al momento de hacer arte y de manejar la tecnica para el manejo de las imagenes y poseer la habilidad de contar historias.
2. ¿ES ÉTICO MOSTAR EN EL CINE LA REALIDAD DE MANERA EXPLÍCITA? ¿CUÁNDO ES CONVENIENTE O CUÁNDO NO? considero que es etíco en la medida que el cineasta sea honesto consigo mismo, en cuanto a mostrar lo que el considera correcto, de ahi el termino ético por que efectivamente cuando el cineasta tiene unas bases solidas en su formación en consecuencia el resultado será conforme a sus principios y no encuanto a lo que le demanda la sociedad o el estado o incluso las modas, ahi entra la parte en que menciona que debe tener plena conciencia de la realidad.
3. DEFINE TU POSTURA CON RESPECTO A MOSTRAR EN EL CINE LA DENEGACIÓN, EL HORRO Y LA INEVIDENCIA.
En lo particular me es indiferente el manejo de estas situaciones en el cine y considero que actualmente nadie tiene el derecho a vetar nada simplemente si a alguien no le gusta algo de lo que se muestra simplemente no lo debe ver, pero ello no le da derecho a prohibir a nadie el derecho a tomar su propia decisión, por que es de esta manera como las personas se pueden ir formando un criterio o un punto de vista. en caso de que yo este equivocado considero que el problema esta en la ley de la oferta y la demanda. cuando la gente deje de demandar este tipo de contenidos en el cine los productores dejaran de finaciar estos films. amenos que sean independientes.
¿Creen que estemos preparados como sociedad, para recibir y asimilar hechos reales y crudos? ¿El que se nos mostraran estos sucesos, nos sacarían del letargo que hemos demostrado los mexicanos, sobre acontecimientos relevantes como el alza a los impuestos, la violencia, la corrupción, etc.. de los cuales nadie dice y nadie hace nada?
como sociedad estamos acostumbrados a muchas cosas siempre y cuando pensemos que esa es la realidad. me refiero a que en mexico todos los dias vemos cosas increibles que pasan incluso en nuestra misma colonia pero cuando lo vemos en la pantalla son pocas las personas que realmente pueden contextualizar con su realidad.
SI BIEN ES CIERTO QUE EL ARTICULO NO NOS DA UNA DEFINICIÓN ESPECIFICA DE LO QUE ES UN CIENASTA SI NOS DA ODAS LAS CARACTERISTICAS DE UNO DE ELLOS, ES UN ARTESANO COMO DICEN USTEDES DESDE EL MOMENTO EN QUE EMPIEZA A CREAR EN SU CABEZA EL TEMA, LAS IMAGENES E HISTORIAS QUE PLASMARA Y NOS HARA LLEGAR, YA SEAN REALES O FICTICIAS, Y ES AQUI DONDE REPONDO A LAS PREGUNTAS 2 Y 3.
ResponderEliminaryO CONSIDERO QE ES TOTALMENTE ETICO MOSTRAR LA REALIDAD TAL CUAL ES, DE EECHO ES NO ETICO EL NO MOSTRARLA, PUES PORQUE OCULTAR ALGO QUE VEMOS DÍA A DÍA, PORQUE NO MOSTARLO Y SACARLO A LA LUZ, QUE LA GENTE SE DE CUANTA Y ANALISE LAS SITUACIONES DEL DÍA A DÍA Y ASI SE PUEDA HACER ALGO PARA QUE QUIENES TIENEN EL DINERO Y EL PODER DEJEN DE SOMETERNOS A SU GUSTO.